“El trabajo nos evita tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la pobreza”. Voltaire
La jubilación es la transición de vida más vinculada con la edad. La persona es reconocida administrativamente como persona mayor, como pensionista; inaugura una etapa al amparo del velo homogeneizador de la edad, pero que no puede ser más heterogénea.
El significado de la jubilación a nivel individual, familiar y cultural, conforman al jubilado.
“Cuando el trabajo ha sido elegido libremente y constituye una realización de uno mismo, renunciar a él equivale en efecto a una especie de muerte. Cuando ha sido una obligación, estar dispensado de él es una liberación»
S. de Beauvoir
El valor que cada cual otorga al trabajo es importante para entender los distintos modos de transitar por una etapa, la jubilación, que se inicia a partir de una fecha aleatoria conocida, pero que curiosamente no siempre se anticipa convenientemente “¿cómo me veo jubilado?”.
Una vez convertido administrativamente en persona mayor, uno dispone de más tiempo y habitualmente de menos poder adquisitivo, con una consideración social diferente. El modo de entender la jubilación, ya sea como un alivio u anhelo, o como un daño u afrenta irreparables, y el momento de vida del entorno relacional, condicionan el devenir de los días del jubilado.
El afrontamiento esperable pasa por una actividad ocupacional que resulte significativa para la persona mayor y aprobada como pertinente por su entorno. Las motivaciones que subyacen a ese ímpetu por lograr una actividad que pueda equipararse al rol laboral son diversas: económica, prolongación de un reconocimiento y posicionamiento social o evitar permanecer tiempo en el núcleo de convivencia. La rutina de día y ocupaciones del jubilado no siempre resultan lo esperado por su carácter y temperamento; a veces tampoco si tenemos en cuenta sus aficiones previas o los planes que había anticipado. En otras ocasiones, su nueva rutina tampoco va en la línea de de lo que resulta tradicional y esperable en su entorno. En estos casos la situación se vive con incredulidad y escepticismo, a veces también con malestar por el entorno familiar “nunca creí que mi padre hiciese esto”. El jubilado se topa con uno de los primeros (que no únicos) estigmas de discriminación por edad, la ausencia de presunción de capacidad “se le ha ido la cabeza; no puede estar bien; está mayor”.
Hay una particular relación entre la jubilación y la aparición de enfermedades. En una entrada anterior reflexionábamos acerca de que “el sentido de una enfermedad no siempre se mantiene uniforme y consistente a lo largo del tiempo en una misma persona” y en la jubilación tiene una significación diferenciada. No sólo porque el jubilado enfermo ya no está en una situación administrativa de incapacidad laboral. Hay otros factores que van más en la línea de lo psicosomático.
“Con frecuencia el jubilado acuerda a su cuerpo la atención que ya no le reclama su trabajo”
S. de Beauvoir
El jubilado toma más conciencia de las modificaciones madurativas que le ocurren y que en muchos casos eclosionan como algo novedoso e imprevisto y, por lo tanto, de dimensiones relevantes. La percepción de esos cambios, el temor a la pérdida o a la muerte y la búsqueda de sentido de la vida confluyen en el jubilado desde el primer día y con una intensidad variable. Conocerlo y considerarlo, es el primer paso para poner freno a una medicalización de las quejas.
El envejecimiento va de la mano de cambios corporales con implicaciones en la autoimagen, disminución de capacidades sensoriales o una menor velocidad de procesamiento. Y la jubilación es un período en el que estos aspectos se colocan en un primer plano.
También se redimensionan determinados papeles del jubilado al presuponer una mayor disponibilidad de tiempo libre; el rol de abuelo el que puede resultar más controvertido y que en muchas situaciones genera confusión… ¿es beneficioso cuidar a los nietos?. Parece que se divulga que incluso es sano, pero ¿es realmente recomendable ejercer de abuelo? Reflexionamos al respecto en esta entrada.

La relación con los hijos también varía, con la balanza de cuidados que se invierte, al menos en cuanto a la planificación anticipada de cada cual. De cuidadores a potenciales cuidados.
El temor a la muerte, la toma de conciencia de la propia vulnerabilidad y el temor a una potencial dependencia cobra una dimensión desconocida y muchas veces amenazante para el jubilado. Anticipa las pérdidas que ocurrirán y eso es todo un proceso, como veíamos en una entrada anterior de este blog sobre la obra de la experta psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross; sobre la muerte y los moribundos.
La experiencia de cumplir años pertenece a cada uno y no es posible integrar una pluralidad de experiencias sólo a partir de un momento administrativo como la jubilación. Lo cierto es que tampoco en cualquier aspecto que concierne al envejecimiento.
“Los viejos conservan las cualidades y los defectos de los hombres que siguen siendo”
S. de Beauvoir
La jubilación es un aspecto muy relevante en la atención a la persona mayor y lo que ocurre a partir de ese momento es de gran valor desde todos los puntos de vista. El jubilado elabora su historia de vida atendiendo y considerando sus recuerdos, reordenándolos en el tiempo y dotándolos de sentido de significado y de utilidad. Compartirlo es un privilegio.
“Se envejece como se ha vivido”
J. de Ajuriaguerra
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