El cuidador, una figura oculta

Los cambios en la autonomía personal de los pacientes son lo paradigmático de la enfermedad mental en el anciano. A medida que la enfermedad avanza necesita ayuda o al menos supervisión para realizar tareas básicas o de autocuidado. Según diversos estudios, en España esta tarea recae mayoritariamente en el entorno familiar, particularmente en una mujer, que se convierte en la cuidadora principal y muchas veces en la única. Esta cuidadora suele, además, compaginar las labores de cuidado del familiar enfermo con otras tareas (en el hogar o trabajando fuera del domicilio) y sólo una minoría recibe ayuda institucional.

El cuidador asume paulatinamente tareas cada vez más complejas careciendo de formación específica para ello. Por regla general, no recibe mucha información al respecto de lo que le ocurre a su familiar. Esto supone una sensación mantenida de ausencia de control sobre la situación.

La prestación de cuidados puede tener un impacto negativo en la salud del cuidador. Esto se conoce como el síndrome del cuidador o sobrecarga del cuidador. Abarca un gran número de síntomas que afectan a todas las áreas de la persona y con repercusiones médicas, sociales y económicas negativas en el cuidador. Y lo más importante, la relación con el familiar al que cuida cambia.

Según se extrae de trabajos realizados, los cuidadores no se cuidan. Acuden muy poco a su médico y tienden a utilizar diversas medicaciones sin prescripción médica, como fármacos para el dolor o para la ansiedad. La atención sanitaria se centra habitualmente en el anciano, identificado como el enfermo, y no en ellos.

Se trata de un colectivo vulnerable y además, oculto. Desde el punto de vista de una atención psicogeriátrica consideramos que el cuidador de un paciente precisa formación e información, aunque no exista una petición espontánea explícita por su parte. La rentabilidad de esta mirada hacia el cuidador tiene un enorme impacto en la salud del enfermo. Un cuidador informado y cuidado, cuida mejor.

Para los que quieran leer algo más técnico sobre el tema y centrado en cuidadores principales de ancianos con demencia, podéis acceder a este artículo escrito por el Dr. Delgado y colaboradores hace unos años….   

¿Qué es la psicogeriatría?

En esta primera entrada queremos, a modo de presentación, profundizar algo más en el concepto de Psiquiatría Geriátrica. Haremos un pequeño recorrido histórico y una fotografía de la situación en nuestro país, resaltando la desproporción entre la cantidad de personas mayores con enfermedad mental y la escasa presencia en el Sistema de Salud de unidades específicas y profesionales formados en estas áreas.

Breve recorrido histórico

La psicogeriatría fue reconocida como subespecialidad en 1989 en el Royal College of Psychiatrists en Londres y el National Health Service (NHS) la incorporaba entonces a sus programas asistenciales. Sólo unos años antes, en Estados Unidos, se creaba la American Association for Geriatric Psychiatry. También durante este período instituciones como el National Institute of Mental Health (NIMH) estadounidense o la Organización Mundial de la Salud (OMS) establecían programas específicos para el estudio de la enfermedad mental en la vejez.

¿Cómo estamos por aquí?

En nuestro país, la psicogeriatría está poco desarrollada. Se reconoce a la Psiquiatría Geriátrica como un área de subespecialización dentro del período de formación de la especialidad de Psiquiatría, pero el currículum no está aún definido y apenas existen unidades docentes que oferten un programa estructurado, siendo para los médicos habitual la formación autodidacta o en el extranjero. Tampoco existen puestos académicos ni asistenciales dedicados a la Psiquiatría Geriátrica en la mayoría de los servicios de Psiquiatría, estando todavía en proceso de reconocimiento entre las muchas áreas de necesidades asistenciales específicas del paciente anciano.

¿Es realmente necesaria?

La necesidad de una atención psiquiátrica específica de pacientes geriátricos no sólo se justifica desde los datos demográficos de la actualidad. Los dispositivos de atención especializada ya en funcionamiento han demostrado eficacia en todos los niveles asistenciales (hospitalario, ambulatorio…) consiguiendo resultados óptimos en cuanto a precisión diagnóstica y mantenimiento de autonomía de los pacientes.

No podemos obviar los datos demográficos de la pirámide poblacional y tampoco los datos asistenciales que sitúan a los ancianos como el grupo de edad que hace un mayor uso de los recursos sanitarios. Los servicios sanitarios y sociales no han sido inmunes a estos cambios, aunque las estrategias para afrontarlos no han sido homogéneas, tanto a nivel de atención especializada al anciano en general como en Psiquiatría Geriátrica en particular. No hay, por tanto, en nuestro país una asignación adecuada de recursos a la magnitud de cifras impuesta por la propia demografía y la demanda asistencial.

La realidad asistencial es que hay un creciente número de ancianos con un perfil psicogeriátrico en la mayoría de las consultas de Psiquiatría, así como en las de otros especialistas (neurólogos, internistas, geriatras, atención primaria). Estos pacientes presentan retos diagnósticos y terapéuticos concretos y específicos a los que habría que dar una respuesta cuidadosa y eficaz.