Historia de una caída en diez pasos

Una caída en una persona mayor, aún sin lesiones aparentes y con un mecanismo accidental, tiene implicaciones en la salud y en la vida de la persona. También en la de su cuidador, preocupado y temeroso de una nueva caída. Son situaciones que inician cambios y alguno puede resultar particularmente perjudicial. Aquí va el repaso de algunas modificaciones que pueden ocurrir y no necesariamente en una línea recomendable. Tenerlas en consideración puede facilitar el cumplimiento literal del saludable poema de Machado “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. 

  1. Una caída. El sentimiento de vergüenza de la persona mayor al contactar con su propia vulnerabilidad, anticipar una pérdida de autonomía, una predisposición arraigada a no preocupar al cuidador o contribuciones ageístas facilitan que pase desapercibido. NO DICE NADA. En muchos casos ni a su familia ni a su médico o enfermera de referencia.
  2. No obstante, la persona mayor toma alguna medida condicionada por el propio temor a una nueva caída. Lo habitual es reducir riesgos y no exponerse.  SALE MENOS DE CASA.
  3. Las conocidas posibilidades que brinda el domicilio en la línea de la seguridad refuerzan la postura de permanecer en casa y reduce todas las que ofrece salir de casa, entre ellas las relacionales. SE AISLA.
  4. Este primer cambio es una señal de alarma. Lamentablemente no siempre se detecta y cuando ocurre no siempre se desliga de la edad. ESTÁ MAYOR, SALE MENOS. El entorno atribuye a la edad en muchas ocasiones el aislamiento y la disminución de frecuencia de salidas a la calle. 
  5. Quizás en este punto se descubra la causa; una caída. Las caídas de repetición o una caída con lesión facilitan que se comunique al personal sanitario. Lo recomendable es consultarlo y tomar medidas para prevenir futuras caídas (acerca de esto ya hemos escrito previamente). NO OCURRE EN ESTE CASO.
  6. Para «caminar más seguro» lo intuitivo es apoyarse en algo o alguien . Y ahí aparece el brazo de un acompañante, un bastón o un caminador.
  7. ¿Os habéis fijado cómo cambia el patrón de marcha de alguien asido del brazo de otro? Al intentar ayudar a alguien a caminar o ser el soporte para que se apoye, creamos un patrón de marcha peligroso. Lo ideal es situarse a su lado y acompañar al caminar sujetando levemente un brazo y en la parte superior de la espalda. Es más una ayuda para que se reequilibre en caso de inestabilidad que «cargar o tirar» de la persona mayor.
  8. La combinación del “miedo a caerse” y el “miedo a que se caiga” da lugar a modos de caminar de la persona mayor y de su acompañante que facilitan los puntos 3 y 4, es decir, el aislamiento y la creencia de que no sale porque ya esta mayor.
  9. La imposición de una ayuda técnica (bastón o caminador) a la persona mayor para dar mayor seguridad a la marcha es vivida, en ocasiones, como un agravio y es otro elemento facilitador del aislamiento y la disminución de salidas a la calle. Culturalmente tienen connotaciones negativas y asociadas a un envejecimiento no saludable.
  10. Cualquier tipo de dispositivo (bastón o caminador) que se use para caminar hay que adaptarlo a la persona mayor en concreto. No son universales. Un tamaño no adecuado o un tipo de bastón o de caminador aleatorio facilitan, entre otras cosas, una nueva caída.
Infografía Caídas de Psiquiatramayores (fuente pictogramas: arasaac.org)

El retraso en la detección de una caída como causa de aislamiento y deterioro en una persona mayor es frecuente. A medida que disminuyen las salidas y la actividad, la marcha se deteriora en tipo y velocidad. Aparecen la sarcopenia y fragilidad. Y la recuperación no será la misma.

Os invitamos a observar y tomar conciencia de maneras de caminar particularmente inestables y poco funcionales con medidas de apoyo (brazos, bastones o caminadores) cuya función debería ser, precisamente, la contraria. Esto formaría parte de una de las formas de cuidar y pensar a personas mayores de las que hablábamos en una entrada previa.

Una caída en una persona mayor debería ser un motivo, no sólo de preocupación, sino también de consulta.


¿CÓMO PODEMOS PREVENIR LAS CAÍDAS EN ANCIANOS?

Cuidar a una persona mayor que presenta algún tipo de dependencia física o que tiene dificultades de la marcha en el domicilio supone un reto a muchos niveles para el cuidador. Además de aspectos emocionales, económicos o de otra índole médica, la movilidad en casa debe ser segura para que el anciano pueda seguir teniendo la máxima autonomía posible.

Las caídas, que se incluyen dentro de los síndromes geriátricos, suponen uno de los accidentes más frecuentes en ancianos y que más complicaciones médicas conlleva.

Recientemente se han publicado estudios en los que se confirma que el número de complicaciones tras una caída va en aumento en pacientes mayores. Estas complicaciones pueden suponer mayor dependencia e incluso la muerte en determinados grupos de ancianos.

Aquellas personas mayores que tienen más riesgo de caída son, entre otras, las que presentan:

  • Enfermedades crónicas que limitan la movilidad, como por ejemplo artrosis o secuelas de accidentes cerebrovasculares.
  • Deterioro cognitivo que condicione dificultades para la coordinación o la velocidad de respuesta.
  • Dificultades de visión a cualquier nivel.
  • Polifarmacia, con una relación directa entre el número de medicamentos y el riesgo de caídas.
  • Caídas previas, con el factor añadido de desarrollar miedo a caerse.

Existen programas específicos de rehabilitación que han demostrado una reducción en el número de caídas en pacientes que ya han sufrido alguna caída previamente. De todas formas hay unas recomendaciones generales bastante básicas, aunque quizás poco evidentes, que todos podemos hacer para intentar reducir las caídas de ancianos en el domicilio:

  1. Retirar alfombras, cordones de cortinas y cualquier elemento que pueda enredarse en los pies.
  2. Tener cuidado con las mascotas en el domicilio para evitar que se interpongan en el camino del anciano cuando anda.
  3. Adecuar el calzado; evitar zapatillas abiertas, chanclas, zapatos demasiado grandes o con suela deslizante.
  4. Usar gafas correctamente graduadas siempre; se recomienda evitar las lentes bifocales para salir fuera del domicilio (por la dificultad para medir la profundidad en determinados ángulos).
  5. Usar adecuadamente el bastón, andador, muleta o el dispositivo que se haya recomendado para mejorar la estabilidad y la marcha.
  6. Ir frecuentemente al baño para evitar situaciones de urgencia que requieran aumentar la velocidad en la marcha de modo precipitado.
  7. Marcar con un color diferente (pintura o cinta adhesiva) las zonas del suelo en las que haya algún escalón o desnivel para hacerlo visible.
  8. Revisar regularmente la medicación por parte de su médico, sobre todo aquella que afecte de alguna forma al equilibrio.
  9. Realizar ejercicio de manera habitual, moderado y adecuado a la capacidad de cada persona. Resultan especialmente importantes aquellos ejercicios que conlleven fortalecimiento de miembros inferiores y que trabajen la fuerza muscular y equilibrio.
  10. Llevar algún dispositivo de teleasistencia o ayuda cuando la persona se encuentra sola en el domicilio para, en caso de que se produzca alguna caída, pueda solicitar ayuda de forma temprana.

Al margen de estas recomendaciones (algunas de ellas publicadas recientemente en The New York Times), la más importante sería la de no pasar por alto una caída en una persona mayor e informar de la misma a su médico. También se debe consultar cualquier alteración de la marcha que aparezca de novo así como cualquier pérdida de autonomía reciente no explicable.