Personas mayores y soledad. 10 puntos que invitan a la reflexión

Presentamos una serie de puntos para reflexionar sobre la relación que se establece entre la soledad y las personas mayores. En muchas ocasiones se vinculan ambos términos sin matices, lo que da lugar a posturas nihilistas “no hay nada que podamos hacer; es lo que toca”. Otras veces se señala la soledad como un problema de salud, y como tal, se medicaliza.

Partimos de una descripción de contexto, con la pandemia como resorte que sitúa a la soledad y a las personas mayores en un primer plano. Luego realizamos una presentación de posicionamientos y posibles abordajes del tema, y finalmente formulamos propuestas que reflejan nuestra postura al respecto.

1. La pandemia, las restricciones y el miedo ponen en un primer plano el aislamiento y a las personas mayores. Las limitaciones de movilidad, el cambio de rutina a todos los niveles, las dramáticas cifras de muertes y afectados (sobre todo en esta franja de edad) y la posterior «desescalada» explican que el binomio soledadpersonas mayores aparezca frecuentemente en los medios de comunicación.

2. Por otra parte, resulta intuitivo relacionar la soledad no deseada con las personas mayores. Habitualmente tienen una biografía con pérdidas y la probabilidad de viudedad y/o separaciones es mayor. Tiene sentido. Sin embargo, que algo ocurra más frecuentemente en un grupo concreto de edad no tiene particular valor a nivel individual, sino a nivel de población.

3. De modo añadido a estas premisas, se señaló como factor de riesgo de soledad no deseada la relación de las personas mayores con la tecnología. Sin embargo, las personas mayores han crecido y afrontado situaciones sin la inmediatez de la tecnología actual ni el acceso instantáneo a la información en red. Como grupo etario toleran los tiempos de espera de modo diferente a las generaciones más jóvenes, que son los precisamente los que señalan la mejorable relación de las personas mayores con la tecnología como el foco principal de intervención. Realmente se trata de su propia angustia. Ambos puntos, ejemplos de ageísmo.

4.  Y aparece la paradoja del WhatsApp (o cualquier modalidad de mensajería instantánea) que como paradigma de mejora de la comunicación, potencia, sin embargo, el aislamiento. Sobre todo, cuando las restricciones de la pandemia no son tan estrictas. Lo “tele”mático, o la teleconsulta… “ha venido para quedarse” y eso es lo que precisamente ocurre con la persona mayor, que se queda en casa.  Y esto es perjudicial para su salud.

5. Lo cierto es que la soledad, vinculada a estados afectivos, se relaciona con peores resultados de salud: autocuidado, alimentación, aislamiento y reducción de actividad física, menos relaciones interpersonales e impacto cognitivo. Depresión y soledad están relacionadas. También soledad y suicido. Pero sin atribuciones causales utilitarias.

6. La perspectiva sanitaria pone el foco en este punto y eso puede derivar en medicalización de la persona mayor, a base de pastillas (más habitual) y/o de terapias (más raro). En ambos casos asumiendo un potencial de iatrogenia.

7. Las iniciativas vecinales con redes de apoyo intergeneracional son inspiradoras y desde mi punto de vista dan en el clavo en cuanto al modelo, que sería exportable al enfoque sanitario. Alertan cuando detectan un cambio en las rutinas de la persona mayor: si no sale a comprar el pan, si no baja al bar o a dar el paseo. Y preguntan a ver qué ocurre.

8. Los proyectos intergeneracionales dan la clave para un aprendizaje bidireccioneal que evita una inmersión tecnológica impuesta en la persona mayor y fortalece su rol en cuanto a sabiduría y experiencia, transmitiendo experiencias a jóvenes y adultos. Los jóvenes como promotores de redes virtuales para luego facilitar el contacto interpersonal no virtual con las personas mayores, organizando reuniones generacionales en espacios abiertos. Quid pro quo. Modelo exitoso.

9. El sistema de alerta en las redes vecinales, basado en un cambio en la rutina, sería lo importable al sistema de atención sanitario comunitario. Lo que importa es el cambio en la autonomía de la persona mayor, detectarlo y luego ver lo que sucede…

Un cambio en la autonomía, que no pueda explicarse por otros factores (la persona mayor no sale a comprar porque no tiene dinero o porque hay una obra justo en la salida de su casa), es la diana a tener en cuenta en lo sanitario: permite ver si lo que sucede tiene posibilidad de mejora y si desde en entorno sanitario puede hacerse algo. Pero para ello hay que registrarlo. Y antes considerarlo. Puede ser una enfermedad. Puede ser soledad. Puede no ser nada relevante. Pero es la clave para un planteamiento concreto de intervención individual.

10. Resulta tentador proponer o incluso implementar propuestas y programas, también organizar comisiones, pero que finalmente ahondan en la dinámica de abordajes parciales y escotomizados de un fenómeno que va más allá de lo sanitario, pero que como hemos visto, tiene repercusiones para la salud.


La propuesta principal, a nivel sociopolítico, pero también familiar, es considerar y escuchar a cada persona mayor. Pivotar las tomas de decisión sobre sus propuestas, ponderando también el conocimiento de su biografía, de su red de apoyo, de su ocio y de su sabiduría del entorno familiar/relacional y de las posibilidades de las que dispone en cada momento. Evitar actitudes paternalistas implícitas, por ejemplo, cuando nos referimos a ellos como “nuestros” mayores o de infantilización “nuestros abuelos”. Dejar de considerar a la persona mayor como potencialmente incapaz.


Mayores, aislamiento y Navidad

He tenido la oportunidad de participar en el programa de radio EL FARO en una entrevista de @maratorres_ para hablar de cuestiones relacionadas con las personas mayores y la pandemia.

A continuación resumimos algunos de los temas y puntos que hemos tratado en la entrevista:

El envejecimiento poblacional y la FALTA DE ADAPTACIÓN del sistema sanitario

Ya antes del inicio de la pandemia, los modelos de atención a la persona mayor en el Sistema Nacional de Salud no se habían adaptado a sus necesidades. La presencia de atención especializada (geriatría) es testimonial. La adquisición de competencias en la atención a personas mayores por parte de los profesionales sanitarios que atienden a ancianos es heterogénea o directamente no existe durante su formación.

En cuanto a la atención en la comunidad, desde hace años no se cuida la longitudinalidad . La figura del médico de familia consolidado en un área y que conoce al enfermo y a su familia es cada vez más excepcional. Y en esto sumado al nivel de incertidumbre durante el marco COVID no ha favorecido la mejor atención.

En el día a día vemos muchos ejemplos de discriminación por edad (ageísmo) en diferentes ámbitos, ya antes de la pandemia, de hecho. Se considera ageísmo atribuir a la edad únicamente un cambio en la persona mayor o usar la edad como único argumento para la toma de decisiones..

El valor como colectivo de las personas mayores

De las personas mayores podemos aprender mucho. Han vivido muchas situaciones difíciles de sufrimiento en su vida, con menos recursos y facilidades de los que disponemos ahora. Nos dan lecciones cada día de resistencia, resignación, supervivencia y resiliencia.

Generacionalmente han crecido sin la inmediatez de la tecnología actual ni el acceso rápido a información global de internet. Como grupo etario toleran los tiempos de espera de modo diferente a las generaciones más jóvenes. Pero, ¿les hemos escuchado?

Secuelas de la pandemia

La situación en las personas mayores que viven en residencias es dramática: innumerables muertes, soledad y aislamiento.

Hablamos del efecto de las medidas restrictivas y las dificultades en el acceso a la atención sanitaria, primero en atención COVID, luego en atención a otro tipo de enfermedades no relacionadas con la COVID.

También del impacto de la deprivación ocupacional y la adaptación a la misma. Nos referimos al cambio impuesto en cualquier actividad que era posible hacer antes y ahora no es viable. La pandemia ha cambiado los hábitos de todos, también las rutinas de muchas personas mayores. Para una adaptación exitosa no únicamente debemos poner el foco en las capacidades individuales de las personas mayores, si no en la posibilidad de crear contextos para minimizar sus déficits y maximizar sus posibilidades. Es clave el papel de cuidadores, familiares y no familiares, las políticas de salud…. no sólo el individuo.

El papel de cuidadores y familiares es clave para evitar la pérdida de autonomía durante este período con adaptaciones creativas de los recursos disponibles. El santo grial es la la búsqueda de la actividad ideal (significativa) para cada persona mayor en concreto.

¿QUÉ PODRÍAMOS HACER?

CONSIDERAR y ESCUCHAR a cada persona mayor. Pivotar la toma de decisión sobre sus propuestas. Evitar actitudes paternalistas implícitas, por ejemplo, cuando nos referimos a ellos como “nuestros” mayores o de infantilización “nuestros abuelos”. Seguimos considerando en muchas ocasiones desgraciadamente a la persona mayor como potencialmente incapaz.

Para Navidad, preguntemos a la persona mayor, compartamos la información sobre las medidas de seguridad a tomar y decidamos considerando también su punto de vista.

En el fondo se trata de no caer en un modelo de cuidado (com)pasivo. Esto ocurre al considerar la dependencia de una persona mayor como algo ya establecido por definición y simplificar el cuidado a una provisión de soporte humano y estructural. El cuidado habría de entenderse como un modelo de atención para revertir una situación de dependencia si es posible, evitar las complicaciones de la situación actual y prevenir su progresión. En definitiva, considerar en primer plano a la persona mayor en aquellas decisiones que le incumben.

¿Y las residencias DE PERSONAS MAYORES?

En los centros residenciales han vivido situaciones funestas, con cifras estratosféricas de afectados y fallecidos.

Se han establecido duras medidas de aislamiento para evitar la entrada del COVID-19 en los centros, pero manteniendo dotaciones de personal en un ratio muy ajustado. Esto dificulta las posibilidades de adoptar medidas individualizadas para adaptar el entorno de cada usuario con los objetivos que comentamos de minimizar limitaciones y maximizar capacidades aún con los aislamientos impuestos.

Ante este escenario de lo vivido en las residencias de ancianos, las propuestas no están claras, van desde un cambio de modelo residencial con mayor “medicalización” (aunque mal definida aún) para poder atender a los afectados hasta el extremo contrario, que ya se venía gestando antes de la pandemia; el cierre de los centros en la línea de una “desinstitucionalización” universal. Ambas posturas están lejos de servir para afrontar, a corto plazo, la situación que estamos viviendo.


Todas estas reflexiones están desarrolladas de forma más extensa en estas entradas del blog que invitamos a leer:

Día internacional de las personas mayores en tiempos de COVID

¿La discriminación por edad tiene nombre?

Envejecimiento de la población y el reto del sistema sanitario

¿Cuál es la actividad ideal para personas mayores en tiempo de COVID?

Coronavirus. Estado de alarma en los cuidadores de personas mayores

FELIZ NAVIDAD

Historia de una caída en diez pasos

Una caída en una persona mayor, aún sin lesiones aparentes y con un mecanismo accidental, tiene implicaciones en la salud y en la vida de la persona. También en la de su cuidador, preocupado y temeroso de una nueva caída. Son situaciones que inician cambios y alguno puede resultar particularmente perjudicial. Aquí va el repaso de algunas modificaciones que pueden ocurrir y no necesariamente en una línea recomendable. Tenerlas en consideración puede facilitar el cumplimiento literal del saludable poema de Machado “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. 

  1. Una caída. El sentimiento de vergüenza de la persona mayor al contactar con su propia vulnerabilidad, anticipar una pérdida de autonomía, una predisposición arraigada a no preocupar al cuidador o contribuciones ageístas facilitan que pase desapercibido. NO DICE NADA. En muchos casos ni a su familia ni a su médico o enfermera de referencia.
  2. No obstante, la persona mayor toma alguna medida condicionada por el propio temor a una nueva caída. Lo habitual es reducir riesgos y no exponerse.  SALE MENOS DE CASA.
  3. Las conocidas posibilidades que brinda el domicilio en la línea de la seguridad refuerzan la postura de permanecer en casa y reduce todas las que ofrece salir de casa, entre ellas las relacionales. SE AISLA.
  4. Este primer cambio es una señal de alarma. Lamentablemente no siempre se detecta y cuando ocurre no siempre se desliga de la edad. ESTÁ MAYOR, SALE MENOS. El entorno atribuye a la edad en muchas ocasiones el aislamiento y la disminución de frecuencia de salidas a la calle. 
  5. Quizás en este punto se descubra la causa; una caída. Las caídas de repetición o una caída con lesión facilitan que se comunique al personal sanitario. Lo recomendable es consultarlo y tomar medidas para prevenir futuras caídas (acerca de esto ya hemos escrito previamente). NO OCURRE EN ESTE CASO.
  6. Para «caminar más seguro» lo intuitivo es apoyarse en algo o alguien . Y ahí aparece el brazo de un acompañante, un bastón o un caminador.
  7. ¿Os habéis fijado cómo cambia el patrón de marcha de alguien asido del brazo de otro? Al intentar ayudar a alguien a caminar o ser el soporte para que se apoye, creamos un patrón de marcha peligroso. Lo ideal es situarse a su lado y acompañar al caminar sujetando levemente un brazo y en la parte superior de la espalda. Es más una ayuda para que se reequilibre en caso de inestabilidad que «cargar o tirar» de la persona mayor.
  8. La combinación del “miedo a caerse” y el “miedo a que se caiga” da lugar a modos de caminar de la persona mayor y de su acompañante que facilitan los puntos 3 y 4, es decir, el aislamiento y la creencia de que no sale porque ya esta mayor.
  9. La imposición de una ayuda técnica (bastón o caminador) a la persona mayor para dar mayor seguridad a la marcha es vivida, en ocasiones, como un agravio y es otro elemento facilitador del aislamiento y la disminución de salidas a la calle. Culturalmente tienen connotaciones negativas y asociadas a un envejecimiento no saludable.
  10. Cualquier tipo de dispositivo (bastón o caminador) que se use para caminar hay que adaptarlo a la persona mayor en concreto. No son universales. Un tamaño no adecuado o un tipo de bastón o de caminador aleatorio facilitan, entre otras cosas, una nueva caída.
Infografía Caídas de Psiquiatramayores (fuente pictogramas: arasaac.org)

El retraso en la detección de una caída como causa de aislamiento y deterioro en una persona mayor es frecuente. A medida que disminuyen las salidas y la actividad, la marcha se deteriora en tipo y velocidad. Aparecen la sarcopenia y fragilidad. Y la recuperación no será la misma.

Os invitamos a observar y tomar conciencia de maneras de caminar particularmente inestables y poco funcionales con medidas de apoyo (brazos, bastones o caminadores) cuya función debería ser, precisamente, la contraria. Esto formaría parte de una de las formas de cuidar y pensar a personas mayores de las que hablábamos en una entrada previa.

Una caída en una persona mayor debería ser un motivo, no sólo de preocupación, sino también de consulta.